Vivir en un loft: singularidad industrial

Vivir en un loft de estas características tiene que ser todo un sueño para aquellas personas que disfrutan de su creatividad y sentido estético hasta unos límites insospechados. Un espacio prácticamente diáfano de 120 m2 en el corazón de Berlín, en una antigua fábrica de 110 años de antigüedad. El carácter industrial de la vivienda, con una altura de techo de más de cuatro metros, suelos originales, enchufes de la década de los 40 y los 60 y mobiliario recuperado, junto a los grandes ventanales auténticos de los espacios industriales conforman un ambiente de suma singularidad y personalidad artística.

Como en otras ocasiones, este loft berlinés ha sido fotografiado por Anne-Catherine Scoffoni, desde cuyo objetivo consigue transmitir la auténtica esencia de este tipo de espacios.

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En el espacio principal conviven el salón, comedor, cocina, zona de trabajo… las espectaculares lámparas de techo iluminan cada uno de los ambientes entre suelos y paredes de cemento pulido. Todos los muebles han sido recuperados por los propietarios: sillas de todos los estilos restauradas, mobiliario customizado y adaptado a otras necesidades y piezas de gran valor estético y sentimental, como la báscula en verde agua que preside el comedor y la cocina, aportan ese aire tan característico de este tipo de viviendas.

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La cocina se encuentra revestida por tablones de madera antiguos, tratados y barnizados para soportar el uso cotidiano de ésta. Totalmente abierta y sin armarios colgados resulta igualmente funcional y sobretodo muy original. Propietarios e invitados conviven e interactúan en la amplitud de la zona de día.

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Cada rincón de esta casa nos ofrece singulares piezas perfectamente encajadas en el esquema estético y auténtico del loft; ninguna pieza sobra ni falta nada por colocar. Junto al espacio principal encontramos el distribuidor que nos acompaña a la zona de noche. Una bañera de hierro negra y patas nos da la bienvenida al dormitorio principal, austero y sin artificios. Algunos de los detalles que descubrimos prácticamente sin querer, nos sorprenden gratamente: una antigua máquina de escribir sobre el antepecho de la ventana, junto a la bañera, otro ejemplar en el suelo, a modo de mesita de noche, sillas procedentes de brocantes como improvisadas mesitas donde almacenar libros y revistas… Todo un ejercicio de imaginación y cierta poesía abstracta.

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Nos fascinan los enchufes e interruptores de baquelita de los años 40 totalmente restaurados y en pleno funcionamiento.

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Y para finalizar el recorrido, descubrimos uno de los espacios más imaginativos y geniales de la casa: una zona de estar presidida por un maravilloso jardín vertical, una antigua motocicleta y el juego de butacas y sofá de estilo. Un encantador lugar para compartir.

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Fotograía: Anne-Catherine Scoffoni

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