El lado más naturalista de Gaudí

Conocido a escala mundial, el arquitecto Antoni Gaudí es el máximo exponente del modernismo catalán. Pero su mejor cualidad es que tiene un estilo único, se encuentra fuera de cualquier posible clasificación. Debido a sus continuas investigaciones sobre las estructuras, y conocimientos que tenía de geometría y volumen, fue evolucionando en su arquitectura hasta dar con su máxima expresión en la última fase de su vida. Las obras de Gaudí que más importancia han adquirido con el paso de los años son precisamente las de esa etapa final.

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Si bien, en sus comienzos se ve muy influenciado por el arte oriental, presente en obras arquitectónicas como la Casa Vicens, el Palacio Güell o el Capricho de Comillas, pronto se unirá a la corriente neogótica que estaba de moda a finales del siglo XIX. Gaudí siempre tuvo una cercanía con el estilo gótico, aunque a su juicio le parecía imperfecto. De esa fase destacan el Palacio Episcopal de Astorga, la Casa Botines o las Bodegas Güell. El arquitecto tomó para sus propias construcciones soluciones estructurales y ornamentales de los distintos estilos que conoció a lo largo de su vida. Por ejemplo, del arte islámico tomó el concepto de espacio sin límites ni barreras. Del gótico coge muchas influencias que aplicará en toda su obra, pero elimina la necesidad de los contrafuertes creando superficies regladas.

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La etapa naturalista de Gaudí llega como una consecuencia lógica de todo lo anterior, unida a la nueva tendencia modernista que se estaba dando en Europa. Los motivos vegetales del Art Nouveau, junto con las ondulaciones y formas orgánicas de la naturaleza, le sirven de inspiración para crear su obra, que siempre será muy personal e imaginativa. Con este estilo aún en ciernes, lleva a cabo la Casa Calvet, algo barroca pero con decoración vegetal y mitológica. Obras como el Parque Güell, la Casa Batlló o la Pedrera, son las que muestran ya la personalidad del arquitecto de forma más clara, su gusto por la geometría, los arcos catenarios y paraboloides, y la ornamentación de fantasía en la que emplea azulejos con su famosa técnica de trencadís.

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Pero su obra más conocida es la que aún se encuentra en construcción, el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. En este proyecto, Gaudí vuelca todos sus conocimientos adquiridos y los une de forma armónica, aunque durante su vida solo se terminaron el ábside, la cripta y parte de la fachada. La Sagrada Familia ha seguido su curso a manos de distintos arquitectos, pero es llamativo ver que, aun sin terminar, sigue siendo una de las grandes obras arquitectónicas del mundo.

Fotografía: Maria Algara Regàs